Desarrollo histórico de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS
La propagación del culto público al Corazón de Jesús tiene su origen en las revelaciones a Santa Margarita a finales del siglo XVII en Paray‐le‐Monial desde 1673 hasta su muerte en 1690.
Entre los primeros difusores del culto se destacan tres jesuitas franceses: San Claudio de la Colombière (1641‐1690), director espiritual de la Santa, y los Padres Juan Croisset (1659‐1738) y José de Galliffet (1663‐1749), que escribieron los primeros tratados sobre aquella devoción.
Desde el principio fue una devoción muy ligada a la Compañía de Jesús, pues los jesuitas reciben, en las revelaciones de Margarita, el encargo honroso de propagar la devoción. Esta ligazón del culto al Sagrado Corazón con la Compañía de Jesús va a influir en su evolución histórica: extensión, marginación y renovación.
El culto al Corazón de Jesús comenzó a divulgarse lentamente en círculos restringidos a
partir de Francia. En las primeras décadas del siglo XVIII ya había empezado a calar en el pueblo
cristiano por medio, sobre todo, de la fundación de algunas congregaciones o cofradías del
Sagrado Corazón .
Durante la primera mitad del siglo XVIII, los pontífices habían otorgado aprobaciones e indulgencias a muchas cofradías locales, pero se resistían a conceder un culto oficial solemne y público.
Tuvo que pasar casi un siglo hasta que, en 1765, el Papa Clemente XIII (1758-1769), concedió al Reino de Polonia y a la Archicofradía de Roma la facultad de celebrar el oficio y la misa del Sagrado Corazón, aprobando esta devoción. Aunque era un privilegio restringido, el paso era importante, porque se trataba del reconocimiento oficial y público de un culto que ya había arraigado en el pueblo.
A finales del siglo XVIII, se produjo un estancamiento, e incluso un retroceso. Los jansenistas fueron grandes enemigos de la devoción. También fue un gran golpe la supresión, en 1773, de la Compañía de Jesús. Desde España a Austria, todo lo relacionado al Sagrado Corazón: asociaciones, imágenes, libros, etc, fue perseguido. Los amantes de Sagrado Corazón eran perseguidos aun dentro de la Iglesia. Siendo así las cosas, Francia fue castigada con la Revolución. Más tarde sufrió el castigo toda Europa. Los que no quisieron aceptar de Francia el don de Dios recibieron de ella el flagelo de las guerras napoleónicas. La oposición y las consecuentes persecuciones continuarán en el futuro. Pero contamos con la promesa alentadora de Jesús a Sta. Margarita: "Mi Corazón reinará a pesar de mis enemigos".
La devoción se mantuvo como un culto clandestino. La conservaron con mucho fervor los jesuitas expulsos. Persistía también en algunos círculos devotos restringidos o en conventos de monjas.
El pontificado de Pío IX (1846-1878), abrió de par en par las compuertas que dieron paso a la
inundación. En 1856 el Papa, secundando los deseos de muchísimos obispos, extendió la fiesta
del Sagrado Corazón a toda la Iglesia, y establece la fiesta litúrgica en su honor. Fue un hecho decisivo. Desde entonces, como afirma un documento litúrgico, “el culto al Sagrado Corazón, como río desbordado, superó todos los obstáculos y se difundió por todo el mundo”. La beatificación de Margarita (18 de agosto de 1864) significaba la aceptación por parte de la Iglesia del núcleo esencial de sus revelaciones.
Durante la segunda mitad del XIX y la primera mitad del XX transcurre una época que puede denominarse el siglo del culto al Corazón de Jesús. Existen abundantes señales de este fervor.
Las asociaciones dedicadas al culto del Sagrado Corazón, las congregaciones religiosas masculinas y femeninas fundadas con su nombre, las estatuas y templos erigidos en su honor son innumerables. Es el momento de las grandes consagraciones, del esplendor litúrgico y de las solemnes proclamaciones doctrinales.
Entre los momentos culminantes de aquella marcha triunfal se debe recordar la consagración
de la Iglesia al Sagrado Corazón el 16 de junio de 1875.
Durante el pontificado de León XIII (1878-1903), se acentuó el carácter señorial y esplendoroso del
culto al Sagrado Corazón. En 1899 el Papa elevó la fiesta del Corazón de Jesús al mayor rango
litúrgico (fiesta de primera clase con octava). El Papa, en la encíclica Annum Sacrum (25 de mayo de 1899) consagra el mundo al Corazón de Jesús, al que mostraba, como un segundo lábaro victorioso: “en El hay que poner toda nuestra confianza; a El hay que suplicar y de él hay que esperar nuestra salvación”.
El Papa San Pío X (1903-1914), repite anualmente esta "Consagración" de toda la humanidad al Corazón de Jesús.
El Papa Benedicto XV (1914-1922) expresa a los fieles la obligación que tienen de colaborar en las misiones y los invita a que lo hagan por medio de la oración.
Pío XI (1922-1939), reafirmaba el reinado social de Cristo al instituir la fiesta de Cristo Rey en la
encíclica Quas primas (1925), mientras en su encíclica Miserentissimus Redemptor (1928)
ensalzaba la devoción al Corazón de Jesús como el compendio de toda la religión y el camino hacia la santidad.
Pío XII (1939-1958), es la mejor manera de vivir el cristianismo. Es imposible enumerar los bienes espirituales que difunde en las almas. Los que estimen en poco este beneficio que nos ha dado Cristo, ofenden a Dios (encíclica Haurietis aquas). En la misma también considera como "notas típicas y elementos esenciales" del culto al Sagrado Corazón, "el amor y la reparación".
El Papa Juan XXIII (1958-1963), "Esta devoción deberá ser siempre el elemento más eficaz de mi progreso espiritual. Que cada día se difunda más, con la intensidad, profundidad y seriedad que a tan importante devoción corresponde. Ha aportado incalculables beneficios a la Iglesia y a toda la humanidad. El Sínodo Romano de 1959 encargó mantener la costumbre de llevar la comunión a los enfermos los primeros viernes. Es la conmemoración mensual de la muerte de Cristo (un primer viernes de abril), asociándonos a ella con nuestra reparación.
El Papa Pablo VI (1963-1978), "El culto al Corazón de Jesús es la excelente y auténtica espiritualidad que exige nuestro tiempo. Es nuestro deseo y voluntad que se fomente más este culto, que debe ser estimado en grado sumo" (Investigabiles divitiaes).
" Es absolutamente necesario que todos los fieles den culto a este Corazón y aprendan de El a ordenar su vida de modo que respondan exactamente a las exigencias de nuestro tiempo. Hemos creído nuestro deber recordar la urgencia de este culto” (14/ 6 / 1969 ).
En los últimos años parece haber descendido la devoción en las formas tradicionales;
pero sus valores esenciales, siguen siendo objeto de la fe y de la piedad del pueblo cristiano.
Podría hablarse de un período de renovación, crisis y nuevo arranque. Entre los principales promotores están los últimos pontífices.
El Papa Juan Pablo II (1978-2005), en su encíclica " Dives in misericordia" afirma: " La Iglesia profesa y venera la misericordia de Dios, sobre todo, cuando ve y se encamina hacia el Corazón de Cristo. Porque cuando uno se acerca a Cristo, le es concedido, precisamente en el misterio de su Corazón, contemplar el amor del Padre misericordioso, revelándosenos así lo que constituye la intimidad de la acción salvadora del Hijo del Hombre". El Papa tiene preciosos y abundantes textos dedicados al Corazón de Jesús. El papa canonizó a San Claudio en 1992, e invitó expresamente a los jesuitas en Paray‐le‐Monial a mantener y propagar la devoción. En 1994 escribió una preciosa carta con motivo del 150 aniversario del Apostolado de la Oración.
El Papa Benedicto XVI, desde su pontificado en el 2005, ha infundido profundidad teológica y aliento pastoral al culto y devoción al Corazón de Cristo. Ya antes de su elección había perfilado la teología del Sagrado Corazón en varios escritos. Como pontífice incluye la devoción al Corazón de Jesús entre los elementos esenciales de su encíclica Deus caritas est (publicada el 25 de enero de 2006), en la que presenta el costado abierto de Cristo como la fuente de la que brota el amor de Dios al hombre, de manera visible y corpórea.
El papa ha expresado el misterio del amor de Dios a través del Corazón traspasado, en la carta conmemorativa de los 50 años de la encíclica Haurietis aquas (15‐5‐2006) y en el mensaje de cuaresma de 2007, Mirarán al que traspasaron. Pocas veces como en este breve documento se ha expresado en una forma tan ceñida el núcleo teológico de la devoción al Sagrado Corazón. Maestros en la explicación de esta devoción actualizada para los tiempos modernos no han faltado, empezando por los Papas, y siguiendo por los grandes teólogos como Karl Rahner y los Padres Generales de la Compañía, Arrupe y Kolvenbach.
EL APOSTOLADO DE LA ORACION BAJO LA DIRECCION DE LOS JESUITAS
El Apostolado de la Oración nació en Vals, cerca de Le Puy, en Francia, el 3 de diciembre de 1844, por iniciativa del padre jesuita Francisco Javier Gautrelet. La actividad se inició como propuesta de vida espiritual para un grupo de seminaristas de la Compañía de Jesús, y se difundió rápidamente en los diversos estratos de la Iglesia. A este desarrollo dio un gran impulso otro jesuita, el Padre Enrique Ramiere, tanto que a finales del siglo XIX, había en Europa y fuera de ella, 35000 centros locales.
En 1968 los nuevos estatutos del Apostolado de la Oración, aprobados por Pablo VI, ajustaban el culto y devoción al Sagrado Corazón con la doctrina y el espíritu del concilio: un programa de espiritualidad apostólica con el centro en la Eucaristía, con cinco elementos constitutivos: eucaristía, consagración diaria, espiritualidad corazonista, devoción a la Virgen y oración asidua.
Se formaron las siguientes Asociaciones a saber : La Archicofradía de la Hora Santa, La Comunión Reparadora, La Guardia de Honor del Sagrado Corazón de Jesús y La Archicofradía del Sagrado Corazón de Jesús.
La práctica de la Hora Santa, tuvo su origen en una aparición a Santa Margarita, en la que el Señor le pidió que pasara una hora en oración cada noche del jueves al viernes, para unirse a su agonía en el Huerto de loa Olivos y pedir por los pecadores. Para propagar esta devoción el P. Debrosse fundó en Paray le Monial, la cofradía de la Hora Santa, que fue elevada al rango de archicofradía por el Papa León XIII en 1886. Los asociados del Apostolado de la Oración adoptaron también la práctica de la Hora Santa.
La Comunión Reparadora, fue fundada en 1854 por el P. Víctor Drevon, y erigida canónicamente en 1865 en el convento de la Visitación de Paray le Monial, donde el Señor había pedido a Margarita que Reparase por medio de la sagrada comunión, las ingratitudes que recibió de los hombres.
Para formar parte de esta asociación y participar en sus indulgencias era necesario ser antes miembro de la Archicofradía del Sagrado Corazón y comprometerse a comulgar un día fijo en cada semana o en cada mes pidiendo por las intenciones de la obra. Los asociados del Apostolado de la Oración, en su tercer grado, se comprometían a hacer la Comunión Reparadora, lo que les hacía partícipes de las gracias concedidas a la asociación de Paray.
Al morir el P. Drevon (1880), el Director del Apostolado se trasladó a Toulouse junto con su archivo, quedando Paray solamente como centro espiritual. El P. Zelle, que había sucedido al P. Drevon en la dirección de la Comunión Reparadora, tuvo entonces sus diferencias con el P. Ramiere, al que acusó de usurpador cuando se realizó el traslado de la obra a Toulouse. El P. Zelle defendió entonces la autonomía de la Comunión Reparadora, como una asociación universal que podía formarse en toda la Iglesia en grupos o centros múltiples absolutamente independientes y sometidos al ordinario.
La Guardia de Honor del Corazón de Jesús (Hora de Presencia), era propiamente una asociación distinta de las anteriores y una nueva forma de practicar la devoción al Corazón de Jesús. Sus asociados escogían una hora al día (la hora de guardia). Al comenzar esa hora se hacían presentes en espíritu ante el altar y adoraban al Santísimo Sacramento, ofreciéndole sus pensamientos, palabras, acciones y sufrimiento en reparación por los pecados y en súplica por las necesidades de la Iglesia. La primera organización de la Guardia de Honor se debe a las religiosas de la Visitación de Bourg-en-Bresse en el año 1863. El Papa León XIII elevó aquella asociación a Archicofradía, primero para Francia y Bélgica (1878), luego para Italia (1879) y en años sucesivos para otros países.
En 1883, se lo concedió a la Guardia de Honor instalada en el monasterio de la Visitación de Madrid.
La Archicofradía del Sagrado Corazón. La agregación del Apostolado de la Oración a esta Archicofradía de Roma, tuvo mayor importancia que las anteriores, pues aquella cofradía, venerable por su antigüedad y prestigio, era el banderín de enganche de todas las asociaciones corazonistas a las que comunicaba generosamente sus gracias e indulgencias. Por eso procuraban adherirse a ella la mayor parte de las congregaciones o cofradías del Corazón de Jesús que se restablecían o fundaban. En 1861, cuando el Apostolado de la Oración era una modesta asociación local, solicitó la agregación a la exuberante Archicofradía romana. La agregación fue concedida y todos los socios del Apostolado quedaron integrados en la Archicofradía. Años mas tarde, cuando el Apostolado se había convertido en una organización a escala mundial, se plantearon algunas dudas canónicas sobre los efectos de la adhesión a la Archicofradía. Con ese motivo, el P. Ramiere pidió al Papa que se revalidaran las posibles irregularidades de las agregaciones realizadas en el pasado, y que se concediera en adelante a los Directores diocesanos y locales del Apostolado de la Oración, la facultad de admitir nuevos socios en la Archicofradía. El Papa accedió a esta petición el 7 de junio de 1879. En consecuencia, los que hasta esa fecha eran socios del Apostolado se consideraban agregados a la Archicofradía, y ganaban las indulgencias concedidas a las dos obras. A los Directores de esos centros se les concedió poder agregarlos a la Archicofradía. Los Directores de centros fundados con posterioridad a esa fecha tenían que recibir la correspondiente facultad de agregar, que era otorgada fácilmente por los Directores de la Archicofradía romana. El objetivo de reunir las dos Asociaciones no se consolidó.
En marzo de 1864, el Mensajero del Corazón de Jesús, en un excelente artículo firmado por el P. Ramiere, fundador del Apostolado de la Oración, hizo que la Guardia de Honor se conociera aún más lejos que hasta entonces. La Hermana María tratando de conseguir esta unión, escribió al General de los jesuitas, el Padre Beckx, y el resultado no fue el deseado por la humilde fundadora, pero obtuvo al menos la inscripción personal del P. Beckx, sus consejos valiosos de que unirían esfuerzos para propagar el nuevo modo de honrar el Corazón de Jesús.
En tanto que se hacían estos esfuerzos gracias al Padre Alfonso María de Ratisbona, la obra llegaba hasta Oriente Próximo. En su visita al Monasterio de Bourg, en aquella primavera de 1864, se le habló de la Guardia de Honor, que profundamente conmovido, pues su vida estaba consagrada a la reparación, aceptó feliz la propuesta de inscribirse en la Guardia y él mismo se anotó en el primer cuadrante con estas palabras: El Padre María-Alfonso Ratisbonne y su rebaño
El Corazón de Jesús se reservaba dirigir los remos y dominar los vientos y las tempestades al ritmo de su amor.
¡ La Guardia de Honor estaba realmente en su lugar de origen: el Calvario !
Extracto tomado de la Conferencia “Evolución histórica de la devoción al corazón de Jesús en España”,
pronunciada en la Residencia “Sagrado Corazón y San Francisco de Borja”, Compañía de Jesús.
Madrid, 9 de marzo de 2010.
Por Manuel Revuelta González, S. J.